El 10 de febrero de 1912 se sancionó la ley nacional de Elecciones N° 8.871, conocida como «Ley Sáenz Peña», que desechó el voto calificado y estableció el sufragio a universal, secreto y obligatorio y el sistema de lista incompleta, con lo que se dio representación legislativa a la minoría. Si bien la ley no era tan universal, porque seguía siendo exclusiva para nativos argentinos y naturales masculinos y mayores de 18 años, su mérito fue poner fin al fraude y al soborno. Y es que antes de la ley Sáenz Peña, los días de elecciones, los gobernantes de turno hacían valer las libretas de los muertos, compraban votos, quemaban urnas y falsificaban padrones. En cuanto a las mujeres, éstas debieron esperar 39 años hasta la sanción de la ley 14.032, de junio de 1951 de la mano de Eva Perón. Recién entonces, con la vigencia del sufragio femenino se comenzó a equilibrar la balanza.
La primera aplicación de la ley Sáenz Peña fue en abril de 1912 en Santa Fe y Buenos Aires y luego permitió que accediera al poder en 1916, el candidato por la Unión Cívica Radical, Hipólito Irigoyen.